Hoy quizá no apreciamos tanto
las fuentes que encontramos en el campo o a las orillas de los caminos como lo
hacíamos antes. Las largas jornadas al aire libre, en una economía
eminentemente agrícola, como la que conocieron nuestros abuelos, hicieron de
las fuentes el mejor aliado para aplacar la sed, pues el agua embotellada no
existía como la conocemos ahora –en envases de PVC-, y en su lugar se llevaba
la bota de vino o el botijo. Una fuente cerca del campo de labranza evitaba ir
aprovisionado de varios litros de vino –o de agua en su defecto-; por eso eran
tan apreciadas y se cuidaban con tanto esmero.
Quintanilla no tiene río, pero
tiene arroyos (de los que se hablará a continuación), y un manto freático que
surte con generosidad todas las fuentes que conocemos, además de las conocidas
charcas de San Andrés y de las bodegas, aprovechadas como lavaderos comunales,
y que no son más que afloramientos a la superficie de dicho manto freático.
El arroyo Valtrasero, también
conocido como Matajudíos, nace en
las inmediaciones de Fontioso, en el término de la Jalviguera, a unos 920
metros de altitud. Atraviesa el páramo del Enebral, para transcurrir paralelo a
la carretera de Villafruela, donde adquiere el nombre de Arroyo Campanario. Este nombre alude al despoblado, cercano a
Villafruela, llamado indistintamente Laguna o Campanario, que ya aparece citado
en el Cartulario de San Pedro de Arlanza en el año 1054, y al que se alude a
mediados del s. XIX en el diccionario de Madoz como «la ermita en ruinas».
Todavía se aprecian sobre una
loma los restos de una edificación de piedra, junto a posibles construcciones
en la falda del cerro. El camino de acceso se encuentra perfectamente
empedrado, y rodea un pequeño desnivel donde se asienta intermitentemente la
laguna que daba nombre al despoblado medieval.
Este modesto arroyo Matajudíos,
que llegó a impulsar hasta cinco molinos, va recibiendo las contribuciones de
otros cauces de agua, para convertirse en el Río Franco, que contando su primigenia denominación de arroyo
Valtrasero o de Matajudíos, recorre 33 kilómetros por las provincias de Burgos
y Palencia, desaguando en el Arlanza en el término de Peral. Antes, ha
atravesado los términos de Fontioso, Quintanilla, Villafruela, Espinosa de
Cerrato, Royuela de Río Franco, Cobos de Cerrato, Hontoria de Río Franco, el
despoblado de Quintanilla de Río Franco, la finca Retortillo, hasta desembocar
a la altura de Pinilla de Arlanza. En cuanto a su toponimia, parece claro que
alude al «río de los Francos», debido tal vez al establecimiento en sus orillas
de este pueblo (godos procedentes de Francia), que repoblaron el Cerrato a
finales del siglo V, y que acuñaron para la Historia el nombre de Campos
Góticos, o más sencillamente, «Tierra de Campos», que es como actualmente se
conoce al Cerrato y a las tierras aledañas de Palencia y Valladolid.
Habitantes de aquel y otros
arroyos del término municipal eran las deliciosas ratas de agua, que hasta su
extinción con la llegada de los plaguicidas, eran cazadas con pequeños cepos, y
formaban parte de la escasa dieta de la postguerra. Delibes las libró del
olvido en su maravillosa novela Las ratas
(1962), de la que se reproduce un diálogo entre Fito Solórzano, el Jefe, y
Justito, el Alcalde:
-
¿Para
qué quiere las ratas?
-
Las
vende
-
¿Y
quién compra ratas en tu pueblo?
-
La
gente. Se las come.
-
¿Coméis
ratas en tu pueblo?
- Son
buenas, Jefe, por éstas. Fritas con una pinta de vinagre son más finas que
codornices.
-
¡Eso
no lo puedo tolerar! ¡Eso es un delito contra la Salubridad Pública!
-
En
la cuenca todos las comen, Jefe. Y si te pones a ver, ¿no comemos conejos? Una
rata es lo mismo, es cuestión de costumbre.
En el resto del término de
Quintanilla de la Mata, podemos identificar las siguientes fuentes y surgencias:
-
«La fuente». Emblemático hito del casco urbano,
con su escudo de Castilla y el pilón o abrevadero para los machos. La fuente vieja podríamos datarla hacia 1877, que
es cuando aparece en el Archivo Provincial el expediente de construcción de una
fuente. Posteriormente, en 1894 existe un proyecto de reparación de la fuente,
lavadero y abrevadero. En 1913 se reseña un nuevo expediente de conducción de
aguas potables y construcción de fuente y abrevadero. Los testimonios de los
mayores apuntan a que la fuente vieja se sustituyó por la nueva en aquella
época (1913), y se encuentra sepultada a solo unos pasos de la nueva, a los que
excavaron los pozos les pagaban con una peseta de jornal, mientras que a los
que trabajaban arriba, les pagaban dos reales. La fuente nueva presenta muchas
similitudes con la de Villahoz: el escudo de Castilla, las molduras de la
pileta, el doble caño de bronce, y hasta el año de ejecución (1911), por lo que
podría tratarse del mismo cantero en ambos casos.
La
fuente de la plaza se seca periódicamente desde el verano de 2012 tras las
obras en la Autovía.
-
«El pozo». Frente a la casa de Agustín Martín, con
mecanismo de manivela, disponía de dos pilas. No se secaba nunca, hasta que
pasaron la línea del teléfono… Tras la desafortunada remodelación de la plaza,
desapareció definitivamente.
-
Manantial de Valdeámete, surgencia en el camino
de Paúles, una vez atravesada la línea férrea. Un agua de excelente calidad,
que da lugar al llamado «arroyo de Valdelerma», pues se dirige hacia la Villa
Ducal.
- «Fuentecalle». Es un pozo con brocal y varios
pilones junto al club de Golf de La Andaya, de camino a Cilleruelo.
- Manantiales de las charcas de San Andrés. Según
la tradición oral, una daba dolor de estómago, y la otra no. Había que andar
con cuidado, porque era frecuente encontrarse con sanguijuelas, que atacaban al
ganado.
-
Manantiales del Valle, bajo las bodegas. Allí se
abreviaban los del monte (de la
Andaya), con la burra.
-
«Fuente Mora». En el camino de Lerma, hoy tapada
por la autovía de Madrid.
-
«Fuente de los Olmos». En el camino de la Estepilla.
- «Fuente del Mesquero». En el mismo término que
indica su nombre, junto a unos nogales; nunca se ha secado.
-
«Fuente del tío Abilio». Mana en la vera de uno
de los caminos que llevan a Rabé. O, al menos, manaba. La dio nombre su
descubridor, un burrero, o especie de
pastor que conducía el ganado.
-
«Fuente de las Hontanillas». En dicho término,
muy cercana a la vía férrea.
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